Alf no nació en Melmac. Digamos que tampoco lo hizo muy cerca. Allá, en la remota Hungría, un hombrecito de 83 centímetros se convirtió en una atracción circense irrepetible, casi un objeto de estudio después de abrir el telón. Mihaly Michu Meznaros recorrió el mundo con su cuerpo diminuto y su sonrisa de Jocker. Parecía haber salido de algún juego de cartas de gitanos. Era raro pero encantador. No necesitó de un cohete interespacial para cruzar galaxias. Su cápsula para simular ese viaje y convertirse en un ser incomprendido y extraño fue ese traje peludo de tamaño económico. Alf no era melmaciano sino húngaro. Se llama también Michu Meznaros y hoy tiene 71 años.
Siempre me divertí mucho con este melmaciano en cuerpo de enano húngaro. Incluso ahora que programan las repeticiones de madrugada en canal 2 tengo que moderar la carcajada para no ser sermoneado por mis vecinos. A diferencia de otros marcianos más contrariados y sufridos, Alf era un extraterrestre con todo bajo control, con la inteligencia y razonamiento de un adulto brillante. Siempre solucionando emergencias (generalmente los destrozos que él mismo provocó) y hasta aconsejando al desorientado Willy Tanner o a la estresada Kate. Alf era peludo y amorfo, pero su sentido común lo hacía más humano que cualquiera.
Me caía muy bien Alf por eso escribo este post a manera de carta de despedida. Nunca pude decirle adiós a mi amigo melmaciano. De un momento a otro se fue, sin aviso ni anuncio formal el canal que lo transmitía comenzó a repetir capítulos. ¿Los melmacianos se llevaron a Alf? ¿Se fue a buscar a su novia Rhonda? Nada de eso, en Estados Unidos algún productor televisivo se hartó de marcianadas y regresó a este comegatos a su planeta de origen. Para nunca más volver.
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